Artículo de Javier Angulo en el que apunta claves sobre la vitamina D, que se produce en el cuerpo por medio de una reacción fotosintética al exponerse la piel a la luz del sol.
Hace más de cinco años escribí un artículo en el Diario de Navarra acerca de este nutriente esencial. A diferencia de otras vitaminas que deben obtenerse de los alimentos, la vitamina D se produce en el cuerpo por medio de una reacción fotosintética al exponerse la piel a la luz del sol y, tras esta exposición, se realizan dos transformaciones, una de ellas a nivel hepático y otra a nivel renal, obteniéndose así la forma biológicamente activa de la misma. En épocas de baja actividad solar, en etapas de confinamiento o en situaciones donde no se reciba la suficiente radiación del sol hay muchas probabilidades de presentar carencia de esta «hormona vitamínica». La vitamina D es una vitamina liposoluble que regula más genes y funciones que cualquiera de las hormonas conocidas.
Siempre se ha ligado la acción de la vitamina D al metabolismo óseo a través de la absorción del calcio, pero sus acciones van mucho más lejos y, de hecho, se han identificado receptores de esta vitamina en prácticamente todos los órganos del cuerpo, es decir, en el cerebro, en la médula espinal y otras estructuras del sistema nervioso, en los vasos sanguíneos, en el hígado, pulmones, colon, gónadas, tejido mamario, próstata, etc. De ahí que la sintomatología por deficiencia sea tan diversa y a la vez tan confusa.
Como acabo de comentar, siempre se ha asociado a la vitamina D con la salud ósea y considerando solo este aspecto muchos especialistas ya indican que la densidad ósea es mejor predictor de mortalidad y de calidad de vida que niveles altos de colesterol. Varios estudios han encontrado una asociación entre los bajos niveles de esta vitamina y la incidencia de artrosis, incluso con la debilidad muscular (de hecho altos niveles de vitamina D se relacionan con una mejor recuperación muscular en deportistas). El riesgo de pérdidas de equilibrio, caídas y fracturas en ancianos es mucho mayor cuando hay un déficit de este nutriente y niveles bajos de esta vitamina se asocian con un mayor dolor crónico, ya que la vitamina D participa en la fisiología de la nocicepción. Por lo tanto, los profesionales que tratan a pacientes con dolor crónico inespecífico deberían testar esta vitamina de forma periódica para descartar que esta sea una más de las causas del dolor.
También se han observado peores niveles cognitivos y estados de ánimo más bajos en aquellas personas que tienen carencias de esta vitamina. No es de extrañar que, para muchos, el sol sea sinónimo de vida, pues son sus rayos UVB los que activan esta «hormona vitamínica».
Sus funciones no solo abarcan las que acabo de mencionar, van más allá y todavía muchas de ellas son desconocidas. Esta vitamina regula la expresión de más de mil genes en el organismo, muchos de ellos responsables de la proliferación y diferenciación celular, de la apoptosis y de la angiogénesis, es decir, que esta vitamina es un potente regulador inmunológico. Estimula las defensas inmunitarias frente a diferentes infecciones y, en presencia de agentes infecciosos, induce la producción de un péptido antimicrobiano llamado catelicidina, que tiene un tremendo poder antibiótico contra multitud de bacterias (entre ellas el mycobacteriun tuberculosis y podría ser esta una de las razones del misterioso efecto benéfico del sol en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar).
Su deficiencia incrementa la resistencia de la insulina y la tensión arterial y está asociada al síndrome metabólico. Muchos expertos están intentando que la deficiencia de vitamina D sea clasificada como uno de los principales riesgos del actual «estilo de vida», a la altura del tabaquismo, el alcoholismo, la obesidad y el sedentarismo.
Son varios los factores que van a limitar la producción de esta vitamina, entre ellos la edad, que disminuye la capacidad de síntesis en la piel, a lo que se une que en los ancianos la actividad exterior está más reducida; el uso de protector solar, que al ser un filtro para la radiación UVB, anula prácticamente la producción de esta vitamina; la ropa que, como generalmente vamos excesivamente cubiertos, impide sus beneficios; la polución atmosférica y sobre todo quienes viven en zonas industriales ven comprometidos sus niveles deseables; las personas de piel oscura, al tener niveles de melanina más altos, bloquean este tipo de radiación y tienen más limitada la habilidad de producir esta vitamina y más si viven lejos del ecuador, algo muy común hoy en día; los síndromes de malabsorción de grasas deterioran la absorción de la vitamina D dietética al igual que quienes padecen enfermedades inflamatorias intestinales; aquéllos con alto grado de sobrepeso y obesidad, puesto que depositan la vitamina D en las reservas grasas del cuerpo, lo que reduce su circulación en sangre y la hacen menos biodisponible; ciertos hábitos culturales, pues se han documentado casos de osteomalacia en mujeres que por razones religiosas o culturales cubren toda su piel cada vez que salen al exterior; quienes tienen un pánico enfermizo al sol, gracias a los bombardeos constantes de los medios de comunicación sobre su mala reputación. Se han distorsionado los peligros del sol, olvidando mencionar sus múltiples beneficios y esta es una de las razones por la que ha aumentado la hipovitaminosis D (es que no vale tomar un poco el sol tras las ventanas, pues estas bloquean la longitud de onda de la luz, evitando la síntesis de esta vitamina); el modo de alimentación actual, que no es el idóneo, a lo que se añade que cada vez es más difícil obtener esta vitamina de la nutrición, ni tomando lácteos enriquecidos, ni una cantidad excesiva de huevos; ya ni los pescados grasos como el salmón, pues generalmente provienen de piscifactorías y tienen niveles bajos de esta vitamina y de ácidos grasos omega 3; los deportistas que entrenan muy tapados y/o abusan de interiores que además pueden ver comprometidos sus niveles por algunos de los factores antes citados; los diabéticos también son población de riesgo, al igual que quienes hacen dietas de reducción de ingesta o quienes tienen infecciones recurrentes o aquéllos que toman medicamentos que alteran el metabolismo de esta vitamina, por citar solo unos pocos ejemplos. En fin, que no es fácil tener niveles adecuados de esta vitamina y en épocas de poca actividad solar no estaría de más reflexionar si es necesario tomarla en forma de suplemento puesto que nadie está a salvo de esta deficiencia que hoy en día puede considerarse una epidemia carencial.
Desde el punto de vista del rendimiento deportivo son varias las líneas indirectas de actuación por las que se puede obtener un beneficio: un aumento de la testosterona, un descenso de la paratohormona, un menor riesgo de desarrollar enfermedades infecciosas del tracto superior respiratorio (lo que implica una mejora del sistema inmune), una reducción de las fracturas de estrés (típicas en muchos deportistas) y una disminución de los procesos inflamatorios.
¿Qué son niveles normales? Es difícil determinar los valores óptimos de 25-OH-Vit.D, pero ya en varios países se acepta que los niveles en sangre deberían estar por encima de 30 nanogramos por mililitro (ng/ml), considerándose en la mayoría de los sistemas de salud que hay deficiencia severa cuando los valores sanguíneos están por debajo de 10 ng/ml, deficiencia entre 10 y 20, insuficiencia entre 20 y 30, y ya muchos especialistas indican que los valores óptimos deben situarse entre 40 y 60 ng/ml. ¿Cuántos están en estas cifras? ¡Quizá un 10% de la población siendo optimistas!
Una persona con deficiencia, entre otras cosas, no absorbe el 80-90% del calcio que ingiere, mientras que uno con insuficiencia quizá no absorba el 70%. Es posible elevar 10 ng/ml por cada 1.000 unidades internacionales (UI) ingeridas de vitamina D, pero se necesitan varios meses para alcanzar valores estables en plasma. Más de 30 minutos de exposición al sol con poca ropa puede sintetizar hasta 10.000 UI, tras la cual existe un mecanismo de regulación enzimática que se activa para evitar alcanzar niveles tóxicos.
Parece ser que los beneficios potenciales de suplementar esta vitamina a la población sobrepasan ampliamente los riesgos. La toxicidad de esta vitamina es muy rara, incluso con dosis de 10.000 UI diarias ingeridas varios meses. Es posible que todos necesitemos una dosis extra de este nutriente, pero es complicado hacer una recomendación general que cubra las necesidades reales de todos los individuos. Las variabilidades individuales son infinitas. Así, por ejemplo, quien tenga más clara la piel, más vitamina D producirá por medio de la exposición solar y quien viva más cerca del ecuador, más vitamina D producirá su piel por exposición solar; al igual que quien más pese, más de esta vitamina necesita.
La dosis debe ser individualizada puesto que no es lo mismo suplementar a un deportista joven, de piel clara, que corre habitualmente con poca ropa, trabaja en exterior, vive en zona próxima al ecuador y se preocupa de su alimentación, que un obeso de piel oscura, que vive en zona alejada al ecuador, trabaja en interior y odia el pescado graso. Dosis de 2.000 UI a 8.000 UI en épocas no solares, en función de las particularidades individuales, son seguras. Es importante tener en cuenta que 2.000 UI de vitamina D no hace subir los valores en plasma el doble que 1.000 UI. Al ser una vitamina tan deficitaria, la única manera de optimizar sus niveles es trabajando junto al médico que corresponda, realizando un análisis sanguíneo de 25-OH-Vit.D y después de ingerirla durante 2-3 meses, en una dosis de entre 2.000 UI a 8.000 UI, repetir nuevamente el análisis para obtener su evolución en sangre. De este modo, podremos saber si esa dosis nos permite mantener los niveles de 25-OHVit.D dentro del rango considerado óptimo. Pueden ser necesarios varios meses para alcanzar niveles estables de esta vitamina y así obtener sus grandes efectos a nivel fisiológico y metabólico. Estudios recientes indican que dosis adecuadas de vitamina D en sangre mejoran la calidad de los telómeros, lo que influye muy positivamente en la edad genética. Es decir, la gente con niveles adecuados de vitamina D vive más tiempo y con más calidad.
Para todos aquellos deportistas que, pese a entrenar en exterior, van tapados excesivamente hasta en días de sol y se encuentren más bajos de energía, quizá no estaría de más realizarse el examen que propongo, puesto que una insuficiencia «crónica» implica menores niveles de testosterona, mayor probabilidad de producir fracturas por estrés, peores recuperaciones post esfuerzo, menos protección frente a infecciones, problemas de autoinmunidad y estados de ánimo más «depresivos».
Por lo que se ve en las analíticas, la alimentación actual no provee al organismo de la suficiente vitamina D. Las fuentes más ricas son los pescados grasos salvajes (salmón salvaje y caballa 350 UI/100 gramos; sardinas en lata 250 UI; atún 150 UI, etc.), el aceite de hígado de bacalao 10000 UI/100 gramos, el hígado de bacalao en conserva, (fácil de obtener en cualquier establecimiento) 3000 UI/100 gramos, yema huevos 220 UI/100 gramos, y los alimentos fortificados en ella (dosis según fabricante). Cuando dicen que el queso 18 UI, las setas y hongos 7 UI, el marisco 2 UI, la leche 1 UI, las semillas 0 UI y el aceite de oliva 0 UI, son ricas en vitamina D es que están totalmente equivocados.
El sistema inmune se fortalece si usas las herramientas adecuadas que en la actualidad conocemos puesto que lo confirman miles de estudios científicos, aunque de eso nada se habla en los medios de comunicación. La genética es determinante, pero para el que no ha nacido con buenos marcadores genéticos, los hábitos y el estilo de vida son concluyentes. El contacto con la Naturaleza, la toma moderada de sol y, cuando no es posible, sea por lo que sea, la ingesta pautada de vitamina D, de la que hay cientos de estudios, muy serios, que confirman su relevancia en la inmunidad y su relación con pronósticos favorables en afectados por covid-19 tras las altas dosis en forma de suplemento, nutrientes como la vitamina C, la vitamina B12, el zinc, el hierro, el selenio y otros cuya carencia induce a una depresión inmunológica, una buena alimentación, la práctica de actividad física frecuente, la alegría, la socialización, el descanso reparador, etc. Pero los malos hábitos, el tabaquismo, una mala gestión del estrés, la polimedicación, empatizar con tanta noticia negativa, la excesiva esterilización, la desconfianza hacia el prójimo y la generación de pánico debilitan la inmunidad. Posiblemente haya una relación directa entre personas con gran deficiencia en este nutriente (ancianos en residencias, personas mayores que apenas salen de casa, grandes obesos, diabéticos mal regulados…) y los peores pronósticos por la infección de covid-19.
Cuando la deficiencia de vitamina D se cronifica provoca una merma de la inmunidad. Si además la cantidad óptima en sangre mejora la energía vital, el estado de los telómeros (o sea, la edad genética), la salud ósea, la fuerza, la sexualidad, la calidad espermática, el estado anímico, disminuye la replicación viral y afecta al correcto funcionamiento de cientos de genes, no entiendo porqué desde el Ministerio de Sanidad no se habla más de ello y empieza a pautarse como medida preventiva, ya que la toxicidad es extremadamente rara incluso con dosis altas a largo plazo (¿será cuestión de que es un tratamiento excesivamente barato y existen detrás intereses de una parte de la industria farmacéutica?).
Lo que está claro es que la deficiencia está muy extendida y poco se hace para tratarla, a pesar de conocer sus múltiples beneficios a nivel inmunológico, hormonal, óseo, muscular y energético. Así que cada uno gestione sus niveles y, si realmente los tiene bajos, que relea este capítulo y que decida.

Muestro aquí algunas preguntas que me hicieron algunos lectores y las correspondientes respuestas.
Merche: ¿Es cierto que la falta de vitamina D está ligada a enfermedades del corazón? ¿En qué alimentos hay más proporción de vitamina «D»?
Javier: La verdad es que así es. Son ya varios los estudios epidemiológicos que han detallado que las tasas de enfermedad cardíaca coronaria, diabetes e hipertensión, al igual que las de la deficiencia de vitamina D, aumentan de forma proporcional a medida que estamos más lejos del ecuador. Se han hallado concentraciones bajas de esta vitamina en pacientes con infarto de miocardio, ictus, insuficiencia cardíaca, diabetes con enfermedad cardiovascular y enfermedad vascular periférica. Así que, como tú preguntas, se ha encontrado la relación entre la deficiencia de esta vitamina y las enfermedades del corazón. Respecto a lo de los alimentos con más vitamina D se encuentran el aceite de hígado de pescados grasos salvajes, el hígado de bacalao, los pescados grasos salvajes, las sardinas de lata escurridas, la yema de los huevos, los hongos desecados al sol, aquellos alimentos fortificados en ella y sobre todo en darse paseos frecuentes con buena parte del cuerpo descubierto cuando hace sol.
Samuel: Cuando se toma en exceso vitamina D, ¿se expulsa por el organismo o puede crear algunos problemas?
Javier: En primer lugar, decirte que cuando las vitaminas liposolubles son consumidas en exceso, las que no llegan a ser utilizadas tienden a acumularse en la grasa del organismo, provocando efectos perjudiciales si es que realmente te estás pasando y, lógicamente, la vitamina D es una vitamina liposoluble. La ingesta de 10.000 UI diarias durante 5 meses no provoca toxicidad. La suplementación de 4.000 UI/día tampoco ocasiona toxicidad pero se desconoce el efecto de esta misma suplementación en caso de ser habitual. La ingesta de más de 50.000 UI diarias ingerida de forma constante y durante un largo tiempo aumenta los niveles de 25(OH) D hasta los 150 ng/ml y ello está asociado con hipercalcemia e hiperfosfatemia. Un exceso de esta vitamina no es muy común (este se acumula en las grasas y como todo exceso tiene consecuencias). Puede darse en quienes toman cantidades abusivas durante largos periodo y los síntomas de una intoxicación por vitamina D pueden ser los siguientes: náuseas, vómitos, deshidratación, pérdida de apetito, cansancio, pérdida de peso, confusión mental, dolores de cabeza, arritmias y calcificación de tejidos blandos. Aunque la sobredosis de vitamina D es una posibilidad con graves consecuencias, la verdad que es muy rara. La mayoría de la gente no se acerca ni de lejos a los niveles de ingesta superiores y quienes lo hagan por lo general no los alcanzarán con la frecuencia suficiente como para desencadenar ningún síntoma de sobredosis. De tomarla, ideal previo análisis y, preferiblemente, bajo la supervisión de un médico.
Braulio: ¿Puede ser que el cansancio que padece mucha gente en esta época se deba a la falta de esta vitamina? Porque el otro día un compañero que juega al fútbol dijo que lleva tomándola desde noviembre y se encuentra mucho mejor. ¿Es verdad que tomando vitamina D aumentas la masa muscular?
Javier: Esta podría ser una de las razones por la que, en época de poca actividad solar, unido al frío, a la cantidad de ropa que llevamos (que en muchos casos es excesiva), al poco tiempo que pasamos en exteriores, a la dudosa calidad de las grasas que tomamos… haya una deficiencia de esta vitamina y, lógicamente, de ser así, en cuanto la tomas una temporada, comienzas a encontrarte mucho mejor. Cuando hay una deficiencia de un micronutriente esencial su incorporación produce una notable mejoría. En el caso de deportistas que tienen que rendir más que el resto de la población, de haber una deficiencia, el tratarla mejora su rendimiento. Aumentar la masa muscular es muy complicado. Para ello, el factor entrenamiento y el factor nutrición son determinantes. Para aumentar la masa muscular hay que llevar un programa de entrenamiento determinado, un sistema nutricional con un balance energético muy positivo y una buena selección de los macronutrientes. Aun así cuesta. Por lo tanto, el hecho de tomar una vitamina concreta no aumenta la masa muscular, aunque sí que es cierto que una carencia en hormonas androgénicas dificulta este objetivo y realmente hay una relación entre un déficit severo de vitamina D y una bajada de la testosterona por lo que, de ser el caso, aun realizando un programa de fuerza y una «buena alimentación», si produces menos testosterona, incrementarás poco o nada la masa muscular. Tomar vitamina D no aumenta la masa muscular en quien no tiene carencia; otra cosa es que un deportista que entrena duro y la tiene baja necesite tomarla, pues si no, su rendimiento mermará y, por muy bien que entrene, no conseguirá los objetivos que se propone.
Clara: ¿Está indicado el suplemento de vitamina D en mujeres embarazadas?
Javier: Por supuesto, si es que hay deficiencia. Un déficit de vitamina D durante el embarazo puede provocar la aparición de complicaciones, como la preeclampsia (desarrollo de hipertensión arterial) o la aparición de diabetes gestacional, e incluso puede estar relacionada con el incremento de abortos durante las primeras semanas de embarazo. La falta de esta vitamina también se asocia con alteraciones inmunológicas. Así que, en según qué casos, estaría indicada.
Nieves: ¿Es posible que haya deficiencias de esta vitamina en lugares donde hay sol? Lo pregunto porque hace días escuché que esta deficiencia no es solo habitual en países nórdicos.
Javier: La deficiencia de este nutriente no es solo propia de países nórdicos y son muchos los factores que influyen en su producción y asimilación. Puede que haya sol y se evite o se usen cremas de altísima protección y ello acarrea déficits en este micronutriente. Un estudio en Boston encontró que el 36% de los médicos y estudiantes de medicina menores de 29 años eran deficientes, incluso entre aquellos que tomaban un multivitamínico a diario. Otro estudio realizado en personas «saludables» entre 18 y 84 años de la misma ciudad encontró que el 87% tenían niveles insuficientes de vitamina D, y el 60% eran deficientes, a pesar de que el 30% declararon tomar un multivitamínico a diario con el 100% de las CDR (cantidades diarias recomendadas) de vitamina D (J Clin Endocrinol Metab. 2008 Mar; 93(3): 677-681). Como Boston es una ciudad con una latitud elevada, sería lógico pensar que ciudades más soleadas no tienen problemas en mantener niveles adecuados de vitamina D. Sin embargo, un estudio indica que en Florida el 42% de la población tiene deficiencia. En Arabia Saudí, Egipto, India, Jordania, Líbano o Túnez se han documentado severas deficiencias de esta vitamina. En España un estudio afirma que el 61% de los universitarios de medicina y el 87% de las personas mayores de 64 años presentan insuficiencia o deficiencia incluso en unos lugares tan soleados como Gran Canaria. Hasta un 70% de europeos podrían presentar deficiencia o insuficiencia de vitamina D. Existe una deficiencia generalizada y, en muchas ocasiones, hace falta tomar un suplemento para revertir esa carencia.
Fernando: ¿Existe algún estudio reciente que demuestre que valores bajos de vitamina D incida negativamente en los infectados por la COVID-19?
Javier: Por supuesto. Son muchos los estudios que lo confirman y entre ellos un estudio de intervención aleatorizado en casos graves de COVID-19 realizado en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, que se publicó hace poco más de un mes, en conjunto con investigadores del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de la misma ciudad en los que demostraron que la administración de Calcifediol (que es la forma de vitamina D que produce nuestro hígado y el que se mide en las analíticas convencionales) a pacientes hospitalizados de COVID-19 redujo significativamente su necesidad de ingreso en Unidades de cuidados intensivos (UCI).
El sistema endocrino de la vitamina D ejerce diversas acciones sobre las células y tejidos involucrados en la progresión de COVID-19, especialmente para disminuir el Síndrome de Dificultad Respiratoria Aguda. Los investigadores evaluaron el efecto del tratamiento con Calcifediol, en la tasa de admisión a la UCI y en la tasa de mortalidad en pacientes hospitalizados por COVID-19.
Fueron 76 pacientes hospitalizados con infección por COVID-19, cuadro clínico de infección respiratoria aguda, confirmado por un patrón radiográfico de neumonía viral y por una PCR positiva de SARS-CoV-2 con escala de gravedad CURB65 (recomendando el ingreso hospitalario en caso de puntuación total > 1) los que han participado en este ensayo clínico piloto, aleatorio y abierto. Un subgrupo de pacientes recibió la mejor terapia disponible según el protocolo del hospital, y al otro subgrupo se le añadió Calcifediol. El tratamiento consistió en recibir 532 mcg (106400 UI) el primer día y 266 mcg (53200 UI) los días 3 y 7 y 266 mcg una vez por semana hasta descartarse el ingreso en UCI.
Los resultados de eficacia incluyeron la tasa de admisión en la UCI y las muertes. De 50 pacientes tratados con Calcifediol, tan solo uno precisó ingreso en UCI (2%), ninguno murió, y todos fueron dados de alta, sin complicaciones. De los 26 pacientes no tratados con Calcifediol, trece precisaron ingreso en la UCI (50%), muriendo dos de ellos (8%). Por lo tanto, este estudio piloto demuestra que el Calcifediol es capaz de reducir la gravedad de la enfermedad.
En este estudio participaron varios investigadores, coordinados por los profesores Roger Bouillon de la Universidad KU Leuven de Lovaina y José Manuel Quesada Gómez de la Universidad de Córdoba. El Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba es uno de los 31 institutos acreditados en España para la investigación sanitaria por el Instituto de Salud Carlos III, un espacio de investigación multidisciplinar en el que trabajan conjuntamente científicos procedentes del ámbito universitario y sanitario para la mejora de la salud de los ciudadanos y el desarrollo social y económico de la provincia de Córdoba. Fue creado en 2008 a partir de un acuerdo entre la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, la Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía y la Universidad de Córdoba.
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