Iris Sancho Sanz
De un tiempo a esta parte, y menos mal, en muchos sitios se habla de la figura y el trabajo de Rosalind Franklin. Rosalind fue una investigadora inglesa fuera de serie, que después de una estancia postdoctoral en París se unió al King´s college de Londres como investigadora. Allí hizo sus famosas imágenes del ADN con difracción de rayos X que le valieron el premio Nobel de Medicina a Watson y Crick y el de Química a Wilkins, colegas del departamento que le robaron la propiedad intelectual de su trabajo.
Como no es suficientemente terrible robarle la idea, el trabajo, y el reconocimiento a otro, o quizás por eso, por lo desagradable de reconocerse a sí mismo como un miserable, estos señores buscaron excusas. Excusas no menos miserables, y que, a mis ojos, los retratan no sólo como ladrones de ideas ajenas, sino como machistas henchidos de sí mismos, que ven justificadas sus calamidades porque se las hacen a una mujer, que, según ellos, no pone empeño en verse femenina. (No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que si lo hubiera puesto, empeño en verse femenina Rosalind Franklin digo, la habrían juzgado por eso mismo por coqueta por demasiado femenina, por “distraer” en el laboratorio y todos somos capaces de intuir por qué otras cosas más).
Watson (también conocido por sus comentarios homófobos y racistas, una joyica de hombre vaya) publicó un libro “La doble hélice” (que subtitularé aquí en confianza, “sí, pero la tuya está rota”) se refiere a Franklin como “Rosy” y la describe con unos lentes apuntalados y unas medias azules, preguntándose «cómo sería si se quitase las gafas e hiciese algo distinto con su cabello». (PUAJ).
Es bastante obvia la solución de continuidad que existe entre estas afirmaciones y las declaraciones de aquel mamarracho de cuyo nombre no quiero acordarme (Premio Nobel de Medicina también, se ve que la calidad humana nunca ha contado para estas cosas) que decía que las mujeres en el laboratorio son un problema porque te enamoras de ellas y lloran. No vamos a comentar porqué lloran las mujeres de las que este tío se enamora porque puede ser todo muy macabro… Todo esto es parte, decía, del mismo discurso dicotómico que se empeña en clasificar el mundo dentro de categorías binarias; hombre/mujer, cultura/natura, mente/cuerpo.
El mismo discurso que obvia la dimensión privada de la vida de los hombres. Sus parejas, sus hijos, su peso, sus maneras, su ropa, su perfume… y la sobredimensiona en el caso de la mujer. Una narrativa infecta y ponzoñosa que además no refleja la realidad.
Hace unos años participé en un pequeño juego de Twitter, se trataba de hacer titulares con científicos famosos a la usanza de los que se hacen con mujeres trabajadoras en cualquier ámbito. Me refiero a cosas así:
“Quién iba a pensar que detrás de esos ojos tristes y esa voz melódica se encontraría la capacidad imaginativa de N. Tesla”
“No sólo un perfecto caballero, los encantos de Gauss traspasan hasta las matemáticas”
“¿Cuán lejos queda el amor? La medición del mundo por Ptolomeo.”
¿Estaba desnudo Arquímedes cuando gritó Eureka?
“La luna no es suficiente para el corazón de Galileo”
“Pascal lleva al laboratorio su capacidad organizativa de amo de casa”
Si los ojos os han dado un vuelco tan fuerte que os duelen las córneas, bien. Esto que aquí se ve tan claro pasa demasiado de largo cuando se trata de mujeres, como con Rosalind Franklin.
Ahora quiero proponeros una última cosa. Un juego nuevo, buscad una científica que conozcáis, hay muchos ejemplos en el pasillo de 2º de ESO, pensad un poco, o buscad en Google ¡Somos millones! Y haced un titular con ella mostrando las maravillas de su trabajo, como si realmente mereciera todo el crédito que se ha ganado, como si fuera un hombre.
Empiezo yo:
Con un trabajo cristalográfico pionero Rosalind Franklin marca un hito en la química y la medicina resolviendo la estructura en doble hélice del ADN.
Os leo en los comentarios.
Iris Sancho Sanz
Ester says
María Blasco, científica y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas:, no sólo destaca por sus investigaciones sobre envejecimiento celular sino por la reivindicación del papel de las mujeres en la ciencia.
Ester says
(…)Una pregunta recurrente para cualquier mujer profesional con éxito es si ha sufrido en alguna ocasión actitudes machistas. En mi caso, la respuesta había sido siempre que no. Sin embargo, si me preguntaran ahora, desde que ocupo un puesto directivo importante, diría que sí. Hay un tipo de machismo que da la cara cuando una mujer alcanza una posición de poder (…) [Realidad y ficción contra el machismo: ‘Lean in’ y ‘Borgen’ . The Huffington Post 05/06/2013]