Vivir una pandemia mundial es algo que impacta. Creo que los humanos somos seres sensibles y para nada deterministas. Si un simple acto puede cambiar tu vida completamente, ¿cómo no lo va a hacer un virus que ha afectado a toda la población?
El Covid-19 además de unas cuantas dosis de vacunación preventiva nos ha aportado una dosis extra de realidad. Hemos tenido que presenciar muy a nuestro pesar como lo más cotidiano y ordinario del día se convertía de una manera tan efímera en un cúmulo de restricciones y”ojalas”.
Tuvimos que aprender a separarnos, a ordenar nuestras prioridades tanto sociales como personales, a desarrollar nuestro carácter más creativo y positivo, y además, por otro lado, tuvimos que aprender a intentar convivir con todas esas preocupaciones, inseguridades y miedos veinticuatro horas sin demasiadas distracciones. Muchos se refugiaron en el deporte, en la comida, en aprender algo nuevo, en conocerse, intentando llenar el tiempo que pasaba y pasaba en un eterno confinamiento, sin ser conscientes de que después eso nada sería igual, cada minuto en esa situación tan delicada tendría una repercusión inmensa en la vuelta a la normalidad.
Es evidente que el virus ha marcado un antes y un después en nuestro modo de vivir y sobre todo de ver y apreciar la vida. Toda la situación de emergencia que vivimos nos ha cambiado, aunque sea parcialmente. Para muchos, todo el caos sucedió en un momento decisivo como es la adolescencia, este vacío en forma de tiempo nos hizo reflexionar, madurar, preocuparnos por el futuro. Meditaciones que, sin duda, han hecho que la visión sobre nuestras prioridades cambie.
Ahora que volvemos a ser los protagonistas de nuestra vida y que el Covid-19 ha quedado como un extra del reparto, nuestro entorno está más comprometido, todos apreciamos más estar sanos y cerca. Así que, dejando al lado las muertes con un sentimiento de pena enorme, la epidemia nos ha venido bien para valorar nuestra rutina y aplicarnos el dicho: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” porque la vida es tan impredecible que nadie sabe si mañana un virus mundial te distancia un metro y medio o unos cuantos más de los que más quieres.
Lorea Jiménez
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