Desde hace miles de años existen las guerras, y éstas suceden porque hay ejércitos que se enfrentan, ya sea con una intención de defensa o de conquista. En el mundo actual, existen países que no tienen ejército propio y están bajo la defensa de organismos internacionales y los ejércitos que a éstos pertenecen.
Por ejemplo, Andorra es un país muy pequeño que no tiene ejército. Puede permitirse no tener ejército debido a que su territorio es muy pequeño y está entre países aliados. Lo que hace es pagar a otros países para que la defiendan.
En el caso de España, siempre ha tenido ejército, es el primer país del mundo en tener Infantería de Marina, y de la mano de su ejército ha logrado avances científicos, médicos… etc. Que España tenga ejército propio y, en definitiva, que tenga la autonomía de defender a su pueblo, fronteras e intereses, le otorga una independencia respecto a otros países que no existiría si tuviera que depender de terceros o fuese más vulnerable ante otras naciones o posibles enemigos.
Además de defender a su pueblo e intereses dentro y fuera de sus fronteras, también se le requiere cuando surgen problemas medioambientales como grandes nevadas, riadas, derrumbamientos…etc. Hay un caso actual que todo el mundo conoce y es que, si Ucrania no tuviese ejército propio y contase con el apoyo constante de la OTAN; ni siquiera habría podido intentar defenderse de Rusia.
Casos en los que puede ser algo negativo que España tenga ejército propio pueden ser que un presidente del gobierno o rey que tenga el apoyo del ejército podría usarlo en contra de su propia población sin oposición alguna. Otra cosa “negativa” es que, lógicamente, este ministerio necesita dinero para poder financiarse, y ese dinero deja de ir a otras áreas como pueden ser educación, sanidad, etc.
En conclusión, España ha necesitado a su ejército en muchas ocasiones. Por ejemplo, en 1808, en la Guerra de Independencia contra Francia. Otro caso mucho más reciente fue durante las nevadas del temporal Filomena, para el que fue necesario en algunas ciudades.
Ignacio Pérez
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