Podemos decir que, a lo largo de la historia, se ha mantenido un terrible problema que no ha llegado a desaparecer, ni a extinguirse: es la pobreza. Son diversas y tristes las causas que conducen a ella: el aumento de desigualdades por la pandemia, los efectos del cambio climático, la carencia de infraestructuras y de salud pública adecuada, los bajos niveles educativos, el desempleo, la exclusión social… Pero no son solo estos motivos lo que nos hacen demoninarla como “triste”, sino la insensibilidad de la sociedad ante ella.
La mayoría de ciudadanos tenemos muy interiorizado y nos parece algo natural el tener unos padres, buena salud, no pasar hambre, poder estudiar o incluso no conocer la guerra. Pero nos falta empatía con aquellos indigentes a los que tener todo esto, les parece un sueño inalcanzable. De hecho habría que ver a más de uno, viviendo una situación en la que carezca de alimentos o de agua o que carezca de una vivienda y unas condiciones de vida estables. Y ¿Cómo sería nuestra visión del mundo si no tuviéramos acceso a servicios básicos como la educación y la atención médica? No creo que esta ignorancia provenga de la maldad, simplemente a veces preferimos ignorar las tragedias y desastres que ocurren a nuestro alrededor y preferimos vivir en la ignorancia. O puede que sí que lo sepamos, pero que simplemente lo consideremos algo ajeno a nosotros.
No podemos tolerar una sociedad a la que la pobreza le sea indiferente y en la que mostremos nuestra cara más superficial porque parece que nos preocupa más nuestro aspecto físico, gastar nuestro dinero en caprichos o hacer excesivas compras online…
Si fuésemos más conscientes de que la pobreza puede conllevar una serie de consecuencias negativas para la salud y el bienestar común, posiblemente prestariamos más atención a la cantidad de indigentes que hay en nuestras calles. Por ello, debemos saber que concienciarse de que la pobreza existe es el primer paso para poder tomar medidas concretas y efectivas para ayudar a las personas en esa situación.
David Undiano
A veces he leído que la sociedad es insensible a la pobreza, pero creo que la sociedad actual no es que sea insensible a la pobreza sino que una gran parte de ella le tiene fobia y también a las personas pobres. Como definió la filósofa Adela Cortina se sufre de “aporofobia”, especialmente hacia las personas que viven en pobreza extrema, los “sin techo”.
Yo he ido a un colegio con un porcentaje alto de hijos de inmigrantes de familias humildes y esto hacía que la gente no quisiera matricular a sus hijos, se podría pensar en xenofobia pero cuando otros colegios con familias de inmigrantes de clase media o alta en el mismo vecindario tenía exceso de matrícula se ve claramente que hay algo más. Incluso en mi colegio muchas familias inmigrantes cuando mejoraban su situación económica decidían cambiar a sus hijos a un colegio con mayor nivel económico.
Para gran parte de la sociedad parece que la pobreza, en lugar de un problema socioeconómico, es una enfermedad contagiosa de la que hay que huir. Se puede pensar que esta fobia u odio puede deberse a que esté se relacione con otras problemáticas como delincuencia, adicciones…pero yo creo que también cuando vemos a una persona pobre lo percibimos como alguien vulnerable y aparece nuestro miedo a que eso nos pueda pasar a nosotros y eso nos asusta.
En conclusión como sociedad debemos trabajar por un lado, en minimizar la pobreza de las gentes y los países con políticas adecuadas, y por otro desde la educación debemos trabajar el respeto y la solidaridad con quien menos tiene.
Amaya Montori
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