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Cartas a ancianos

12 de mayo de 2025 Leave a Comment

Los alumnos y alumnas de 1º A de Bachillerato han escrito cartas para enviar a ancianos contándoles cosas de sus vidas. Algunas vienen firmadas con pseudónimo.



Pamplona, 31 de octubre de 2024

Estimado señor:                                 

En esta carta le hablaré sobre una divertida anécdota que me ocurrió el pasado curso. Pero antes de eso me presento: soy Mar.

Soy una chica bajita, de ojos grandes y marrones, al igual que mi pelo, que, además,  es muy largo y rizado. Tengo las cejas largas y finas, los labios de un tamaño intermedio y los dientes bastante blancos. Me encanta hacer reír a mis amigos, ver películas románticas y los animales. Muchos dicen  que soy tímida al principio, pero después soy habladora y empática.

Después de haberme presentado, le voy a contar la anécdota que me pasó hace ya un año. Era un día normal, iba yo hablando con mi amiga de camino a la clase de Historia. Para nuestra sorpresa, estaba la clase llena de objetos de épocas pasadas.

-¿Marta, tú sabes qué hace esto aquí?-le pregunté.

-No,estoy igual de confundida que tú.-me respondió ella.

Entonces se nos acercó el profesor de Historia y nos dijo:

-Todo lo que veis aquí son  objetos que coleccionaba mi bisabuelo.

Tras hablar un rato, nos explicó que la semana siguiente debíamos traer algún objeto antiguo. Yo, emocionada llamé a mis abuelos y les pregunté a ver si tenían algún objeto antiguo. Mi abuelo me dijo que él tenía una moneda antigua; entonces fui a donde mis abuelos y cogí la moneda.

El día había llegado, yo estaba ilusionada de poder mostrar mi moneda. Al llegar a clase quedé impactada, había todo tipo de objetos: sombreros, mapas, libros, fotos… Por fin había llegado mi turno de salir a la pizarra a mostrar mi moneda, cuando de repente, me di cuenta de que no estaba en mi bolsillo: ¡me la había dejado en casa! En cuestión de segundos me puse rojísima y todos se rieron. Pero mi profesor me aseguró que no pasaba nada, que podía traerla al día siguiente. La traje al día siguiente y a todos les gustó.

Esta ha sido mi anécdota, espero que se encuentre muy bien usted, y que esta breve historia le haya sacado una sonrisa.

Atentamente, Mar. 



Pamplona, 23 de octubre 2024

Estimado señor:

Soy Carmen, tengo 16 años. Llevo el pelo muy largo, liso y de color castaño. Soy muy alta (siempre he sido la alta de la clase). Me considero una chica muy amable y generosa, siempre intento que la gente de mi alrededor esté bien. Además, soy muy cariñosa, aunque me cuesta soltarme al principio y, por último, soy muy tímida. Y lo que pasó ese día me dejó en una situación bastante embarazosa.

Todo empezó en clase de Filosofía. Yo estaba en tercera fila con mi amiga Marina. Mientras la profesora estaba dando la explicación, junto a la pizarra, saqué mi botella de agua, que en la etiqueta tenía a un personaje de una serie con la cara triste. Esto era algo normal hasta que Marina vio la botella y le hizo mucha gracia. Pero a mí no me importo, así que abrí la botella y comencé a beber.

-¿Estás bebiendo agua triste?- me susurró Marina, mientras se reía

A causa de que estaba bebiendo agua y que el comentario de Marina me hizo mucha gracia, me empecé a reír y comencé a ahogarme e hice unos ruidos muy raros. Marina no podía parar de reírse y me dijo que eso había sonado muy raro. Yo, asustada por lo que había pasado, no sabía si reírme o si llorar, pero al final comencé a reírme un montón.

La profesora paró la explicación y nos empezó a mirar muy fijamente. Mis otros compañeros me miraban raro por el sonido que había hecho. Recuerdo ponerme super roja de lo avergonzada que estaba. De todas formas Marina y yo no podíamos parar de reírnos y la profesora se enfadó mucho. Ahora, cuando lo recuerdo, me hace mucha gracia, pero en ese momento lo pasé muy mal.

Espero que esta anécdota le haya sacado una sonrisa, y le haya traído buenos recuerdos. Deseo que se encuentre muy bien.

Saludos,

Carmen.



Pamplona, 23 de octubre 2024

Estimado señor:

Mi nombre es Irati y estoy estudiando 1.º bachillerato científico en el instituto Plaza de la Cruz de Pamplona. Tengo 16 años y no soy muy alta. Llevo el pelo rizado y castaño, así como una cara un tanto redonda. Soy amigable y extrovertida, y me considero muy trabajadora. Le escribo para contarle un anécdota de hace dos años

Cuando estaba en tercero de la ESO, fui a una excursión llamada «Semana verde», donde pasamos un fin de semana en un albergue cerca de Isaba. La verdad es que disfruté mucho, pero hubo un momento en el que me asusté. Por la noche, fuimos a dar un vuelta por el monte rodeado de oscuridad (el último día) Estuvimos andando un rato mis amigos y yo, disfrutando de nuestras conversaciones y de esa suave brisa que corre por las noches en el norte de Navarra. Todo esto procurando no caernos mientras alumbrábamos el suelo con unas linternas. Ahí fue cuando un amigo dijo:

-Ahí hay algo…

-¿Qué dices? No bromees, no hay nada ahí- contestó un amigo llamado Aritz.

-Os lo prometo- replicó el primero.  

Nosotros veíamos que señalaba hacia un lugar, y antes de que pudiéramos darnos cuenta, empezó a correr. Y así lo hicimos nosotros también, mientras le preguntábamos qué era lo que había visto. Nunca lo descubrimos. De hecho, puede que simplemente nos estuviera tomando el pelo (ya que Jon es algo bromista). Pero nos pareció extraño escuchar gritos lejanos al llegar al albergue. Por último, cuando nuestros compañeros que estaban esperando en el albergue nos vieron llegar corriendo, nos preguntaron qué nos pasaba, y lo único que pudimos hacer fue reírnos a carcajadas.

Eso es todo. Me hace mucha ilusión compartir con usted esta historia, que guardo con extraño cariño. Espero que le vaya todo bien y que haya disfrutado leyendo mi carta.

Deseando recibir su respuesta, me despido.

Atentamente

Irati. 



Pamplona, 23 de octubre 2024

Estimada señora:

Espero que haya pasado un buen día y que su salud esté bien. Me llamo Daniela y soy una adolescente morena, de ojos marrones y siempre llevo las uñas pintadas. Me considero una chica autoexigente, sensible y alegre. Voy a contarle cómo me quedé encerrada en los baños de mi instituto. 

Estaba en clase de Matemáticas, la última clase antes del recreo, y quería que sonara el timbre ya.

– ¿Qué hora es? –  pregunté a mi amiga.

– Las once y cinco – me respondió. 

Los minutos se hicieron largos, pero finalmente sonó el timbre. Estaba andando por el amplio pasillo y entraba mucha luz por los grandes ventanales. A mi derecha, los alumnos bajaban por las estrechas escaleras. Al llegar al baño no había cola, por lo que entré directamente. Cuando me disponía a salir, el pestillo no iba. Intenté no ponerme nerviosa, pero fue inevitable. Le dije a mi amiga que no podía salir y ella intentó abrir desde fuera. Tuvo que venir una profesora y haciendo fuerza consiguió abrir la puerta. Estaba a punto de llorar, pero al final conseguí calmarme. Lo más vergonzoso de todo fue que el resto de chicas se enteraron también. Al menos ninguna hizo ningún comentario al respecto. Sin duda, jamás olvidaré este momento. 

Espero que haya disfrutado leyendo mi anécdota. Como ya le he dicho, soy sensible así que viví este momento con mucha intensidad. Que pase un buen día y le vaya bien. 

Saludos, 

Daniela



Pamplona, 31 de octubre

Estimado señor o señora:

Soy Julia, una chica de 16 años. Voy a empezar describiéndome. En cuanto al físico, puedo decir que soy bajita, tengo los ojos azules y expresivos y mi pelo es rubio. En lo que a mi personalidad se refiere, soy despistada, lo pierdo todo y me cuesta concentrarme, pero ser despistada tiene ventajas como que vivo con menos preocupaciones. Aparte soy muy risueña y mi cabeza es muy rápida, lo que hace que tenga muchas ideas y facilidad para aprender. Ahora le voy a contar una anécdota que me sucedió el año pasado.

Era ya final de curso y estaba en clase de Euskera con mis compañeros. Como solo éramos cinco, dábamos la clase en la biblioteca, que era grande y estaba llena de estanterías.

La profesora no llegaba y a un amigo mío se le ocurrió coger un disco en cuya caja ponía: “Un perro andaluz”. Como nos aburríamos nos lo empezamos a lanzar como un “frisbee”. En una de esas yo no lo ví venir y el disco se estampó contra la estantería. Como resultado acabó roto.

Mi amigo enfadado me gritó:

-¿Pero qué haces, Julia?

Y yo le respondí:

-¡Que veo mal de lejos!

Lo gracioso de esta anécdota está en que el profesor de Lengua y Literatura nos quiso poner el disco, ya que era un documental de Lorca; obviamente, no pudo y nosotros tampoco dijimos nada ya que nadie nos preguntó qué había pasado con el disco.

Espero que le haya gustado mi historia. Deseo que le vaya bien y que tenga una buena salud.

Julia



Pamplona, 31 de octubre de 2024

Estimado/a señor o señora:

Buenos días, le escribo desde mi instituto en Pamplona y en esta carta me gustaría hablarle un poco sobre mí  y contarle una anécdota que me sucedió el año pasado. Para empezar, le querría contar un poco sobre mi aspecto. Soy una chica de dieciséis años de estatura media. Mi pelo es marrón oscuro y rizado, y solía ser bastante largo, pero este verano me lo ha cortado mucho. Me considero una persona creativa y muy resolutiva, y creo que soy muy amable.

Ahora, quiero contarle algo que pasó en mi clase hace algo menos de un año. Para empezar, debería saber que tengo una compañera de clase que es muy despistada y siempre le pasan cosas absurdas, y de eso trata la historia. Un día, en clase de Biología, nuestro profesor nos separó en grupos y nos encargó preparar distintos experimentos. El día de realizar los experimentos llegó, y el grupo de mi compañera hizo una prueba de medición de pH en distintos alimentos, entre ellos una remolacha que metieron en agua hirviendo. Tras hacer todos los experimentos, cogimos los materiales y echamos los restos a la basura, todos menos mi compañera. 

Esto pasó un viernes y, al llegar a clase el lunes, todos empezaron a hablar sobre el mal olor que había. Resultó que mi compañera se había olvidado de deshacerse de la remolacha, y se la había dejado sobre el suelo del aula todo el fin de semana.

-Deberíamos ir a tirarla ahora- dijo un compañero. Pero, al levantar la bolsa con la remolacha, observamos que en el suelo había un charco enorme de un líquido morado. Entonces, mi compañera respondió:

-Ahora voy a tirarla, pero vamos a tener que fregar.

A regañadientes, entre todos limpiamos los restos de remolacha del suelo, pero el olor duró una hora, y las manchas se seguían viendo ligeramente en el suelo.

Esa ha sido mi anécdota. Espero que le haya parecido interesante o por lo menos entretenida, y que le haya alegrado un rato. Le deseo lo mejor y espero que se encuentre bien y pueda responder a mi carta.

Un saludo, 

Marta



Pamplona, a 31 de octubre de 2024

Estimada señora:

Soy Electra, alumna de 1ºBTO. ¿Qué tal se encuentra? ¿Cómo suele ocupar sus días? Espero que esta carta la encuentre bien y con actividades interesantes. Ahora procederé a presentarme: tengo el pelo largo y negro, y los ojos de un azul profundo como el mar. También soy lo suficientemente delgada como para esconderme en un bote de spaghetti. Eso no significa que no coma, cosa que haría todo el rato. Soy tranquila y calmada, aunque en ocasiones tan fría y firme que sorprendo a mis amigos. Adoro leer y me aburro con facilidad, lo que un día me llevó a una peculiar situación.

Me encontraba una mañana en clase de Inglés, la asignatura más repetitiva que pueda imaginar. Como además me sentaba al fondo, ocupaba mis ratos mirando a la pintada mesa y escuchando las historias inmortalizadas, las altas paredes color crema, o el paisaje a través de las enormes ventanas de a mi izquierda. Desde luego, lo único que oía del profesor era un leve murmullo. Además, desde hacía varios días también traía un libro, que demostró ser más interesante que lo que me rodeaba.

De repente nos repartieron dos hojas: una prueba oral y otra de lectura.

  • Ahora, os pondré la prueba de escucha. Recordad, estas primeras pruebas son para ver vuestro nivel – anunció el profesor, que nunca hablaba en inglés.
  • Ah, bueno – me dije a mí misma -. Acabaré rápido y seguiré leyendo.

Así lo hice y tras pocos minutos regresé al mundo de mi lectura.

Cuando la clase finalizó y empezó el descanso, mis compañeros empezaron a acribillarme a preguntas. Me preguntaron las respuestas de todos los ejercicios. Mi compañera, por ejemplo, me preguntó cuál era la respuesta del 1a. Le respondí pacientemente que era la imagen de la bolsa. Luego me siguieron interrogando, lo que hubiera tolerado si la prueba no hubiera sido para ver nuestro nivel y hubiera puntuado. Así que les repliqué que qué importaba. Ellos me miraron estupefactos y me recordaron que el profesor había dicho que eso sería casi la mitad de la nota.

En resumen, fue una situación ciertamente engorrosa. Si el profesor me hubiera descubierto, habría sido una catástrofe. Resolví dejar mi libro para otras ocasiones. Espero que se haya entretenido leyendo esta carta tanto como yo rememorando la anécdota. Deseo que pase usted un día maravilloso y pueda disfrutar tanto de la vida como de la fantasía.

Un cordial saludo,

Electra



Pamplona, 31/10/24

Estimada señora:       

Espero que se encuentre bien. Soy Marina Glaría, una chica de 16 años. Tengo el pelo rizado y castaño que la mayoría del tiempo está despeinado. Tengo unos ojos azul marino y soy bastante alta. Me considero una chica amable, autoexigente y torpe (lo que me juega malas pasadas). Este inicio de curso me ha pasado una anécdota muy graciosa que en su momento no me lo pareció.

Normalmente, voy a clase en bus pero esta vez me tocó ir en bici  ya que mi profesora de Biología nos iba a llevar a un sitio. Hacía mucho que no la utilizaba, pero no le di mayor importancia. Salí y me dirigía hacía un bar (donde había quedado con Amaia) cuando escuché un ruido raro. Miré hacía abajo y vi que la cadena se había salido. Intenté arreglarla y, al volver a pedalear, se rompió por completo.

Me encontraba en una plaza circular, repleta de árboles otoñales, bancos con gotas de lluvia y con  una fábrica en frente de la plaza. Como aún no se había hecho de día, las farolas seguían iluminadas. Además pasaba todo el rato gente de mi edad (por lo que me moría de la vergüenza). Sin saber qué hacer, llamé a Amaia:

-Tía, se me ha roto la bici y no sé qué hacer -le dije.

Sin saber qué decir, me contestó:

-Sí qué eres torpe Marina, tú tranquila y pilla la siguiente ‘villa’.

Sin perder un segundo, candé mi bici en la farmacia más cercana y corrí hasta la villa. Amaia me había dicho que el bus pasaba en 3 minutos, entonces tenía mucha prisa. Cuando estaba a punto de llegar, vi al bus que arrancaba. Empecé a gritar y a mover mis manos para que me viera el conductor.  En el último segundo, el conductor paró y me dejó entrar. Finalmente, conseguí llegar a tiempo, pero cansada y un poco avergonzada.

Espero que todo le vaya bien, que tenga una salud perfecta y que haya tenido un buen día.  Me encantaría haberle sacado una sonrisa y compartir más anécdotas graciosas. ¡Cuídese mucho!

Marina Glaría



Estimada señora:

Espero que esté muy bien. Me llamo Amaya, soy una adolescente de 16 años; me encanta hacer deporte, jugar con niños pequeños y, sobre todo, escuchar las anécdotas y enseñanzas que las personas mayores nos pueden ofrecer. Por otra parte, me considero una chica muy buena; tengo una gran sonrisa con la que siempre recibo a todo el mundo, un largo pelo pelirrojo intenso y unos ojos azules enormes. Además, soy trabajadora y constante en todo lo que hago. Procuro que todo lo que empiezo lo acabe de la mejor manera posible. Después de esto, voy a relatarle una anécdota que me ocurrió en clase y que, aún a día de hoy, me provoca mucha risa.

Todo ocurrió en clase de Biología. Esa clase era tremendamente grande. Tenía unas paredes lisas y, en una de ellas, se situaba un gran ventanal que daba al patio del colegio. Siempre había buen ambiente en esa clase, y eso se reflejaba en los resultados académicos, por supuesto, pero también en el compañerismo y respeto que nos teníamos.

Ese día tuvimos que exponer un proyecto sobre un volcán realizado con papel maché. Unos minutos después de que la profesora llegara, no sé si con buena o mala fortuna, me eligió a mí para comenzar las presentaciones. La profesora agarró mi proyecto e inmediatamente empezó a verter bicarbonato y vinagre. Segundos más tarde, se escucharon burbujeos procedentes del volcán debido a la reacción del vinagre con el bicarbonato. Pero, de repente, para sorpresa de todos, el volcán salió disparado. Fue a parar directamente a la cabeza de Tomás, un chico de la primera fila. Después de eso, la clase se sumió en completo silencio, pero inmediatamente todos estallamos en risas al ver a Tomás cubierto de espuma roja. Él gritó entre carcajadas:

  • ¡Soy el dios del volcán!

A lo que yo le respondí que mejor fuera al baño a lavarse.

  • Era la última cosa que podía haberme pasado hoy, dijo con una sonrisa.
  • Cada día esconde algo divertido, y ciertamente esto lo es, contesté risueña.
  • Si no vas a quitarte eso de la cara rápido, se te quedará la marca. Entonces sí que no podrás quitártela -añadí.
  • Tienes razón -dijo.
  • Espero no encontrarme a nadie por el pasillo, ¡qué vergüenza! -concluyó, saliendo de clase y cerrando la puerta tras de sí.

Desde ese día apodamos a Tomás «El volcán», y siempre que lo veo pasamos un gran rato rememorando ese momento.

Espero que esta carta le haya sacado una sonrisa y le haya alegrado el día. Le deseo mucha salud, tanto a usted como a los suyos.

Con respeto,
Amaya



 Pamplona, 23 de octubre 2024

Estimada señora:

Me llamo Mía y estoy cursando 1º de Bachillerato de la modalidad científica. Soy una chica de 16 años de estatura media, alta, pelo castaño claro y ojos marrones con toques verdosos. Soy tímida al principio, pero luego me suelto y soy alegre, muy expresiva y bastante sincera. Me gustaría contarle una anécdota que me ocurrió el año pasado en clase.

Un día normal en la optativa la profesora dijo: 

-Hoy vamos a hacer un experimento. 

Todos estábamos muy ilusionados. Todo empezó normal: nosotros seguíamos las instrucciones que nuestra profesora nos proporcionaba, muy cuidadosamente. Después de haber preparado la muestra que íbamos a analizar al microscopio, tocaba ponerla encima de un mechero (de alcohol, que son los únicos que había) para que la muestra se adhiriese bien al portaobjetos. Pero algunos mecheros no tenían alcohol, así que tocaba rellenarlos.

En una de esas, un compañero no podía echar el alcohol, porque se había atascado, así que fue la profesora. Desgraciadamente, se cayó un poco de alcohol en la mesa y al encender el mechero se empezó a quemar la mesa. La profesora, desesperada, comenzó a gritar:

– ¡Thiago, coge un cristalizador, para desoxigenar el fuego!

-¿Qué es eso?- preguntó Thiago paralizado y confundido.

Mientras tanto, todos observábamos la escena. Una vez apagado el fuego, la profesora nos riñó a todos, en especial a Iván «por casi incendiar el laboratorio».

Me gustaría que esta carta le haya sacado una sonrisa y que se encuentre perfectamente. Espero con ansias su respuesta.

Atentamente,

Mía



Pamplona (Navarra), 31 de octubre de 2024

Estimado señora:    

¿Cómo se encuentra? Espero que muy bien.

Me llamo Sofía, una chica de dieciséis años y estudiante de primero de bachillerato. Soy una joven morena y de ojos oscuros que reflejan mi energía y entusiasmo por la vida. Me considero introvertida, aunque eso no me saca de situaciones torpes y despistadas. Mucha gente me dice que mi sonrisa se asemeja a mi simpatía y gran empatía. En esta carta me gustaría contarle una anécdota que me ocurrió el año pasado durante el curso escolar.

Era una mañana calurosa. El sol brillaba con fuerza sobre las ventanas y se oía a los pájaros cantando. También se le oía a la profesora de Mates dando instrucciones de cómo se resuelve una ecuación sobre la gran pizarra que colgaba de la pared. Todos mis compañeros de clase escuchaban y tomaban notas, excepto yo, que miraba hacia la gran ventana a mi lado. La clase era lo bastante grande como para que cupieran dos grandes ventanales, lo que hacía que mirara hacia ellos con más frecuencia. 

Mientras miraba el cielo, vi a un pájaro que parecía querer volar sobre el edificio en el que estábamos estudiando. Lo que no me esperaba era ver que la paloma volaba hacia nuestra clase. Aunque por un momento pensé que se chocaría con una de las ventanas cerradas, ella consiguió entrar por la única ventana abierta. Todos observamos a la paloma volando por nuestra clase atónitos.

– ¡Abrid la otra ventana, a ver si así sale rápido! – dijo mi profesora mientras intentaba empujar al ave con el libro de Matemáticas en la mano.

– ¡Te dice a ti, Sofía! – gritó mi compañera detrás de mí, mientras rápidamente yo volvía a la realidad después de quedarme mirando a la paloma.

– Ah, vale. Ahora voy – respondí mientras estiraba la mano para poder abrir la ventana.

Así pasamos el resto de la clase, intentando echar a la testaruda paloma. Justo cuando sonó el timbre, la paloma pareció asustarse y salió con prisa hacia la calle.

Espero que le haya parecido interesante y entretenida mi historia. Fue un momento muy divertido. Espero que se encuentre muy bien de salud y que esté teniendo una vida agradable.

Sofía.



 Pamplona, 31 de octubre de 2024

Estimada señora:

Espero que se encuentre muy bien. Soy Paula, una joven estudiante a la que le gusta el deporte, en concreto la natación, que ama el arte y disfruta estando con sus seres queridos. Soy una chica de pelo corto y lacio, de estatura media y con unos ojos marrones como la tierra. Creo que soy una persona tímida y muy trabajadora que, cuando se enfada, puede tener un carácter muy fuerte. Disfruto mucho escuchando las historias de las personas mayores. Pero hoy quiero ser yo quien le cuente a usted una anécdota que me ocurrió el año pasado.

Era un día cualquiera y mis compañeros y yo estábamos en el aula de Matemáticas. Era una clase simple y aburrida, de paredes blancas en las que había fórmulas matemáticas pegadas. El salón constaba de veinte mesas y sillas, bastante incómodas y de color verdoso. Yo me encontraba sumisa en mis propios pensamientos mientras miraba por la ventana entreabierta. De repente, oí una voz proveniente de la calle. Era Jorge, un compañero de clase que era un tanto problemático. Se estaba saltando la clase y trataba de llamar nuestra atención. Un compañero le dijo que se fuera y que dejara de molestar. Este comentario enfureció a Jorge y, sin pensarlo, lanzó una pelota en dirección al aula. La esfera chocó entra la ventana, rompiéndola en pedazos y dándome a mí en la cara.

– ¿Estás bien, Paula? – me preguntó la profesora.

– Yo sí, pero la ventana no tanto – respondí.

– No te preocupes, de la ventana y de Jorge me ocupo ya – dijo bastante enfadada.

Al final, la directora del instituto tuvo que intervenir. Su decisión fue expulsar un mes a Jorge y hacer una llamada telefónica a sus padres. 

Espero que esta anécdota le haya gustado y que le haya sacado una sonrisa. Le deseo mucha salud y que tenga muy buen día.

Un cordial saludo.

Con afecto, Paula.

Filed Under: Espacio literario, Número 4

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