Es 2º de la ESO, un curso aburrido y pesado para nuestro protagonista, pero hay algo más. A mediados de Noviembre su rutina se basaba en llegar a casa y encerrarse en su habitación o como su mente lo describe “lugar seguro”. El caso es que a la mañana siguiente siempre tenía que volver a su infierno personal. Afortunadamente no se encontraban en su clase los demonios que lo aterrorizaban, pero a las 11:15 comenzaba su momento de sufrimiento, todo al suelo, el delicioso bocata de jamón hecho por su madre, su chaqueta Adidas que estaba sosteniendo en su mano, su tarjeta de la Villavesa, su cuerpo y lo más importante, su autoestima. Cosa seria. ¿Alguna solución?

La primera solución que se nos ocurre es la de identificar a esos “demonios”, pero en la mayoría de casos se identifica fácilmente por los compañeros de clase o la gente de alrededor, pero se suele ignorar o unirse a la “broma”. Por lo tanto es inválida.
Otra solución típica es tratar de concienciar a los alumnos para que dejen de hacerlo, no lo hagan o en caso de que lo haya, tratar de frenarlo. Esto no suele ser efectivo, el cerebro de un niño no funciona igual, las ideas tienen que asentarse bien.
Tratemos de ampliar nuestro campo de visión, los primeros educadores de ese “demonio” son los padres, al final el aprendizaje en la mayoría niños se basa en tratar de copiar lo que ve. Con esto me refiero a que parece que haya conductas o comportamientos que influyen en los padres u otras personas influyentes. Nunca se habla con el niño de padre a hijo sobre el bullying, se ignora, es un error gravísimo. Una gran forma de evitar el acoso es concienciando desde temprana edad y llevar buenos hábitos y comportamientos al niño, para que los estudiantes aprendan a gestionar sus emociones de manera respetuosa y saludable, comprendiendo el impacto de sus acciones en sus compañeros. Esta formación debe incluir dinámicos y empáticos talleres de empatía y habilidades de comunicación, donde los niños puedan practicar un diálogo abierto y pacífico.
El bullying es un problema grave y profundamente arraigado que necesita soluciones integrales y audaces en el que los padres deben estar profundamente involucrados, apoyando de forma activa el crecimiento emocional de sus hijos y promoviendo una comunicación cercana y honesta. Solo mediante un enfoque sensible y colaborativo entre la escuela, la familia y la comunidad lograremos reducir el bullying y construir entornos más seguros y respetuosos para todos.
Harizan Rumenov Harizanov
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